lunes, 23 de enero de 2017

MENOS CINE, MÁS CINE

A nadie asombra ya que cuando el último taquillazo hollywoodiense da el salto al mercado doméstico, bien vía DVD, Blu-ray o a plataformas de vídeo bajo demanda, este venga siempre con metraje adicional o con la opción de ver la «versión extendida».

No tengo nada que objetar a esta práctica, ya que suele ser interesante ver qué es lo que ha quedado fuera del corte final que se ha proyectado en salas. Sin embargo, me llama la atención la popularidad de las versiones extendidas, cuando ya de por sí estas superproducciones han ido alargando paulatinamente su duración. En el capítulo de Los Simpson La boda de Lisa, Marge proclamaba: «¿Sabes?, la FOX se ha convertido en un canal de sexo duro tan gradualmente que no me había dado cuenta» Pues me parece que algo similar ha ocurrido con el metraje de las grandes producciones cinematográficas.

Tengo la sensación de que hace algún tiempo la duración media de la superproducción veraniega/navideña de turno era de unos 90 minutos, oscilando hacia las dos horas la de aquellos títulos un poco más largos. Y creo que una película con vocación de reventar la taquilla rara vez se permitía el lujo de ir mucho más allá (dejo fuera el cine independiente o con vocación menos comercial, recalcando muy fuerte que no considero uno mejor que otro).

Pero creo que desde principios de los dosmiles o finales de los noventa, la duración de estos taquillazos ha ido creciendo de forma progresiva, hasta que a día de hoy resulta complicado encontrar cine «palomitero» que baje de las dos horas de metraje. Desde mi punto de vista, el principal punto de inflexión vino con la llegada de El señor de los anillos, trilogía con la que Peter Jackson catapultó el blockbuster a las tres horas de duración, dejando incluso material para las versiones extendidas (creo que también pudo ser el precursor de esta práctica, anteriormente yo solo conocía lo de la «versión del director» Por ello, creo que todo lo que ha venido después de la saga tolkieniana se antoja más ligero, pese a superar los 120 minutos.

El cine comercial ha hipertrofiado los efectos digitales y la duración, estando yo mucho más a favor de lo primero que de lo segundo. 

Por ello, creo que ha llegado la hora de reivindicar una nueva figura a la hora de lanzar las películas al mercado doméstico. Se trata de lo que he querido bautizar como «versión distendida». Si en las versiones extendidas se añade metraje retirado del montaje final para salas de cine, la versión distendida vendría a ser un tercer montaje que ronde los 90 minutos y que elimine toda la paja que no aporte nada ni haga avanzar la película. El límite quedaría fijado en 90 minutos, porque intuyo que muchas películas de dos horas y media, al retirar todo lo insustancial, probablemente no llegasen a la duración de un mediometraje. 

Productoras y distribuidoras, déjennos disfrutar de la acción y los diálogos más chulos. Ya basta de profundizar excesivamente en los personajes, Ya basta de largas panorámicas deleitándose en el paisaje. Ya basta de conversaciones pseudofilosóficas. Quiero las explosiones. Quiero las frases lapidarias. Quiero las persecuciones en las que se destruye la ciudad. Por supuesto, quiero la/s ciudad/es destruyéndose. 

Quiero que la película no me aburra y me haga saltar de la butaca. Quiero YA la versión distendida.