miércoles, 1 de febrero de 2017

MIS COSAS DE SPIDER-MAN

Hace años que colecciono, o más bien acumulo, todo tipo de parafernalia* relacionada con nuestro vecino y amigo Spider-Man. En su mayor medida, se debe a que siempre he sido un gran admirador, siendo para mí un gran personaje de historieta y el mejor superhéroe de todos**.

Pero lo cierto es que existe otra razón menos evidente y más irracional que, por las razones que sean, he decido escribir. Mi blog, mis batallitas.

No sabría situar el año exactamente en que ocurrió, pero yo andaría terminando la ESO o quizá empezando bachillerato, así que al menos quince años separan esta historia del momento en el que la estoy escribiendo. Por aquel entonces, el tema de la explotación de licencias comerciales de productos de superhéroes era una cosa más limitada. Al menos, así lo recuerdo yo, pero creo que tiene sentido, ya que fue a partir de que Disney comprase Marvel entre 2009 y 2010, cuando los personajes de La Casa de las Ideas pasaron a imprimirse y venderse en todo tipo de soportes. 

Dejando a un lado los tejemanejes de las grandes compañías, lo que vengo a decir es que por aquel entonces encontrar parafernalia relacionada con superhéroes era algo complicado fuera de tiendas especializadas, y lo que había rondaba unos precios que un adolescente no podía permitirse con facilidad.

Por ello, encontrar un bolígrafo de Spider-Man en la papelería era todo un hallazgo y por unos pocos euros pude comprarme un flamante instrumento de escritura. Era color granate, llevaba a Spider-Man sobreimpreso, y la capucha tenía una cuerdecita para poder llevarlo a modo de colgante. Así que muy contento me puse aquel bolígrafo al cuello. Lo llevaba a todas horas, por encima o por debajo de la camiseta, casi a modo de crucifijo, que para eso Spider-Man siempre ha sido algo sagrado.

Con el paso del tiempo y el uso, la capucha del bolígrafo se fue aflojando, y cada vez encajaba peor. 

Un día, de camino al instituto, andaba un poco despistado y fui a cruzar por un semáforo en rojo. Pero antes de cruzar, noté como el bolígrafo de Spider-Man se desenganchaba de su capucha y se escurría bajo mi camiseta hasta rodar por el asfalto. Esta sensación me hizo parar en seco y esperar a que el boli terminase de caer y poder recogerlo. Entonces, una furgoneta cruzó a toda velocidad y aplastó al pobre cilindro de plástico y tinta. Una furgoneta que yo no había visto y que de no haber detenido mi avance muy probablemente me hubiese arrollado.

En ese instante lo vi claro: el bolígrafo se había sacrificado por mí. Spider-Man había sido un héroe incluso en su encarnación como material de papelería. Está claro que esto no es lo que sucedió, pero en ese preciso instante sentí una pequeña revelación. 

Desde aquel momento acumulo toda la parafernalia del hombre araña que puedo, porque en el fondo sigo pensando que aquel día me salvó la vida. Y soy consciente de que correlación no implica causalidad, pero  lo cierto es que a pesar de mi preocupante torpeza, sigo vivo. También sé que todos mis artículos de Spider-Man no son capaces de mantenerme a salvo por sí mismos, pero tampoco se puede negar que, en general, mola mucho tener cosas de Spider-Man.

Viñeta de Spider-Man's Greatest Bible Stories! de Wm. Stephen Humphrey, Sean Tejaratchi y Jack Pollack
                                                                                                                                      

*Parafernalia por merchandising. No lo dice la Fundéu ni nada, pero me gusta la palabra y creo que puede servir como equivalente.

**El eterno debate friki sobre qué superhéroe es el mejor es otro tema, del que quizá hable algún día o quizá no.